¡Todavía estoy escribiendo esta entrada! ¿Quieres un spoiler? El protagonista de esta historia es nada más y nada menos que Galileo Galilei. ¡Vuelve en unos días!
Me fui de Barcelona con dos maletas. Una —la pequeña, de cabina— iba repleta de libros y aparatos electrónicos. La otra me la cedieron mis padres, y era la maleta más grande que tenían. La verdad es que no la conseguí llenar del todo, así que me fui con el maletón medio vacío. Al caminar por la terminal de Barcelona, me pareció que pesaba más la de cabina que la que iba a facturar. Está claro que alguna cosa no hice bien. Y del mismo modo llego a Taiwán, aunque con 24 horas sin dormir a mis espaldas y la confusión de quien no sabe ni qué hora es. Moverse es fácil. Todo bien señalizado, me compro una EasyCard —navaja suiza del transporte taiwanés— y me decido a tomar el metro hacia la estación central de Taipei. Un viaje de unos 40 minutos, casi todo en viaducto elevado, que me permiten observar la belleza natural de la isla y la brutalidad con la que han construido enormes torres de hormigón en medio de bosques, valles y montañas. Salgo de la estación con las dos maletas y pienso en c
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