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Vietnam

El 31 de octubre no solo es Halloween, ¿vale? También es el cumpleaños de Leonor de Borbón de un servidor. Así que para hacer un plan un poco especial, fui a visitar a mi amigo Marcos (ya os hablé de él en una entrada anterior) que en ese momento estaba en Vietnam, en la ciudad de Saigón (actualmente llamada Ho Chi Minh). Reconozco que me organicé bastante mal el viaje, por no decir que no lo hice en absoluto. Fue una semana ajetreada, y además Marcos tiene bastante más práctica en buscar y seleccionar destinos turísticos, así que lo dejé absolutamente todo en sus manos. Y menudo acierto. Volar en Asia no es tan barato como en Europa: pagué unos 250 euros en total. Mi aerolínea (China Airlines, la aerolínea de bandera taiwanesa) no escatima en gastos, y nos hace volar en un Airbus A350 (un avión de fuselaje ancho, capaz de realizar vuelos de hasta 15 horas). Nos dan todos los amenities  y una comida deliciosa a bordo, acompañada de vino y de chocolatinas. Todo para un viaje que apena
Entradas recientes

Octubre

 Ha sido un mes tan intenso que prácticamente no he tenido tiempo de escribir, así que para compensar, aquí viene una especie de cajón de sastre sobre lo que he estado haciendo estos últimos días. Si las primeras dos semanas fueron lentas, intensas, ahora el tiempo pasa a otro ritmo: el que dicta la rutina. Los días se repiten, al igual que las semanas. Y, aunque no tiene nada de malo, me sorprende mirar atrás y ver que las últimas cuatro semanas han pasado como un rayo. Retiro espiritual en Lulin Parece que fue ayer cuando regresé del observatorio de Lulin, una instalación telescópia —la única en Taiwan— situada en frente de Yushan, el pico más alto de la isla (3952 m). Se trata de un lugar inhóspito (entre tren, bus y coche, tardo casi siete horas en llegar), al que no se puede acceder por carretera. De hecho, el último kilómetro es a pie, para salvar un desnivel de 150 metros por un sendero lleno de pedruscos. Adivinad cuántas veces me tropecé recorriendo el caminito. El lugar tiene

El curioso caso del asteroide que desaparece (parte 2)

Después de daros un poco la turra con los distintos objetos que hay en el sistema solar, hoy os contaré exactamente cuál es mi aportación —por el momento, minúscula— en esta historia. En el Instituto de Astrofísica de la Universidad Nacional Central de Taiwán (a partir de ahora, IANCU), hay una unidad que se dedica a investigar asteroides activos. «Unidad» es una palabra ambiciosa, porque el equipo está formado por un investigador postdoc, un doctorando y, desde hace tres semanas, un servidor. Pero aquí estamos. La empresa que me concedió la beca, que se llama Light Bridges y opera unos magníficos telescopios  en el Observatorio de Tenerife, fue la que estableció contactos con el IANCU. A priori, estos telescopios son ideales para el tipo de investigación que está realizando la unidad, porque son muy rápidos, tienen una resolución altísima y permiten medir la luz de los objetos con mucha precisión. A la vez, los telescopios de Light Bridges son novedosos por muchos aspectos. Uno de ell

Un batido de asteroides y cometas (parte 1)

Este artículo igual resulta un poco denso. Si quieres pasar directamente a la acción, y la astronomía del sistema solar te da un poco igual, puedes ir directamente a la parte 2 . Parte 1. Un batido de asteroides y cometas La versión corta es que he venido a Taiwán a investigar los asteroides activos. Explicar qué son estos curiosos objetos va a llevar algo de tiempo, pero merecerá la pena. Así que quédate y lee la versión larga. Vamos allá: Si hacemos memoria y recordamos las clases en las que aprendimos qué objetos tiene el sistema solar, lo primero que nos vendría a la cabeza son, seguramente, el Sol y los planetas que lo orbitan. Estrellas y planetas Empecemos por el protagonista —que, como defendió Copérnico a capa y espada, no es la Tierra, sino el Sol—. Las estrellas tienen algo que las distingue de los planetas: emiten luz propia. Esto es así porque han logrado compactar suficiente masa —especialmente, hidrógeno— como para que la presión generada a causa de la gravedad fusione s

Una semana, un viaje y un amigo

¿Alguna vez os habéis encontrado un billete de diez euros en un pantalón viejo y os habéis sentido la persona más afortunada del mundo entero? Es un auténtico lujo, no tanto por la fortuna, que también, como por el hecho de recibir algo con lo que no contabas. Como si la vida, esa que juega constantemente a los dados, nos guiñase el ojo un instante. Pues me pasó algo similar el viernes pasado, en mi hostel de Taipéi (donde me estoy quedando hasta encontrar un piso, más de eso en el próximo post). Solo que no era un billete de diez euros, sino un amigo: Marcos. Le oí pasar escaleras arriba mientras me lavaba los dientes en el baño común. Hablaba por teléfono, con ese tono de voz alto e intenso que caracteriza a un español en cualquier parte del mundo, explicando sus impresiones de Taipéi a algún amigo o familiar. Mientras le oía, tuve el presentimiento de que nos caeríamos bien. Y así fue. Esa noche —mi primer viernes en Taipéi— salimos a tomar algo al barrio de Ximen, en las inmediacio

¿Cómo he acabado aquí?

Todo empezó un 29 de abril de 2023. Llevaba tiempo buscando un piano. Un buen piano digital para substituir a mi queridísimo Yamaha Auris, que me compraron mis padres cuando tenía 13 años y les dije que quería aprender a tocar. El Auris cumplió bien su papel, pero los años no perdonan y era el momento de buscarle un digno sucesor. Devoré Wallapop durante varios días seguidos. Me llegaban alarmas de pianos por todo el país y yo vivía en un pálpito. Un día, llegué al extremo de llamar a mi amigo Oscar a las diez de la noche de un miércoles para que me ayudara a mover un piano que acababa de localizar en medio del Born, en un sitio difícilmente accesible en coche, y me quería llevar esa misma noche. Su propietario, un francés divorciado que se mudaba de vuelta a l'Hexagone , se sorprendió de mis inusitadas ganas por llevármelo («la excitación del instrumento», lo llamó, seguramente ajeno a las malas interpretaciones) pero me advirtió de que necesitaría ayuda para moverlo. Al final, ll

Siempre hay un primer día

Me fui de Barcelona con dos maletas. Una —la pequeña, de cabina— iba repleta de libros y aparatos electrónicos. La otra me la cedieron mis padres, y era la maleta más grande que tenían. La verdad es que no la conseguí llenar del todo, así que me fui con el maletón medio vacío. Al caminar por la terminal de Barcelona, me pareció que pesaba más la de cabina que la que iba a facturar. Está claro que alguna cosa no hice bien. Y del mismo modo llego a Taiwán, aunque con 24 horas sin dormir a mis espaldas y la confusión de quien no sabe ni qué hora es. Moverse es fácil. Todo bien señalizado, me compro una EasyCard —navaja suiza del transporte taiwanés— y me decido a tomar el metro hacia la estación central de Taipei. Un viaje de unos 40 minutos, casi todo en viaducto elevado, que me permiten observar la belleza natural de la isla y la brutalidad con la que han construido enormes torres de hormigón en medio de bosques, valles y montañas. Salgo de la estación con las dos maletas y pienso en c